En los olvidados confines de las ciudades, donde los cableados serpentean como venas silenciadas y las redes eléctricas guardan antiguos secretos, surge un mundo de misterios y melancólica belleza. Lugares abandonados, testigos mudos del paso del tiempo. Decadencia convertida en poesía visual.
Entre los enredos de cableados y redes eléctricas olvidadas, las ciudades duermen, sumidas en eterno sueño de tiempos idos. Las luces que una vez brillaron intensas, ahora palpitan débiles como latidos de un corazón en reposo. En los lugares abandonados donde la civilización dejara su huella, los hilos conductores cuentan historias de conexiones perdidas y energías dormidas ya olvidadas que aguardan su oportunidad para volver a moverse en un acompasado baile con el viento.
Los edificios levantan sus oscuras siluetas contra el estrellado cielo, testigos mudos del paso del tiempo. Sus calles, antes un hervidero de vida, ahora reposan bajo un manto de silencio donde solamente los ecos del pasado susurran entre las sombras. En cada rincón, en las encrucijadas de metal y vidrio roto, la magia de los días olvidados revive formas etéreas esculpidas por la memoria de la electricidad que un día recorrió esas arterias.
Aquí viene siendo, en las ciudades espectrales y en los lugares abandonados, donde encuentro la poesía de la decadencia y el misterio de las ausencias, capturando las imágenes que revelan la belleza melancólica del paso del tiempo a la eterna danza entre lo hecho y lo deshecho... entre lo vivo y lo dormido.